lunes, 14 de agosto de 2017

VIGILIA DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA

Año Litúrgico - Dom Prospero Guéranger
EVANGELIO
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Continuación del santo Evangelio según San Lucas (LE., XI, 27-28).
En aquel tiempo, hablando Jesús a las turbas, levantando la voz una mujer de la turba, le dijo: Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero El dijo: Bienaventurados más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan.
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Este Evangelio se lee en todas las Misas de la Virgen. Pero en la Misa de la vigilia se introdujo desde un principio de un modo particular. Primitivamente se recitaba el mismo día de la Asunción, a continuación de la escena de Marta y María, tomada también de la Misa de las vírgenes. Esta adición era un modo delicado y muy sugestivo de aplicar a la Madre de Dios el elogio que Cristo hizo de la vida contemplativa. Pero tal enlace ingenioso dejó de comprenderse al correr de los siglos y, por eso, al instituirse la Vigilia, se dividió el díptico admirable reservando para ella la perícopa marial.
Tenemos que reconocer, por lo menos, que encaja admirablemente en esta Misa. Continúa y amplifica el tema que ha servido de pasto a la Epístola. Pero esta vez es la Sabiduría Encarnada, el propio Hijo de María el que en un lenguaje misterioso ensalza las grandezas sublimes de su Madre. Esta escena evangélica es tan conocida, que no es necesario recordar su profundo sentido. En esta Madre perfecta, a quien acaba de aclamar una pobre mujer, el Salvador nos invita a admirar más que nada la disposición de fe y de fidelidad que hizo de ella el instrumento dócil de los más altos designios de Dios. En ella, la fe no sólo trasladó las montañas: engendró a un Dios. Es la obra cumbre de toda la creación, a la cual sólo podía cooperar la humilde y obediente "esclava" del Señor.
A la bienaventuranza de la fe recordada por el Evangelio, el Ofertorio añade la bienaventuranza de la virginidad. En ambos casos, una transparencia completa hace que el alma y el cuerpo acojan perfectamente la luz de la gracia, germen divino de una fecundidad misteriosa.

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