viernes, 31 de julio de 2009

San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.


No hay mejor misionero que un buen libro; no hay demonio peor que un libro malo.
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Nació San Ignacio de Loyola en la Provincia de Guipúzcoa, de ilustres progenitores. Desde su niñez mostró un vivo ingenio. Afligido por una herida que recibió en la defensa de Pamplona, determinó mudar de milicia y tener por capitán a Jesucristo. Dejó a los pobres cuanto tenía, y partió a Manresa. Aquí se ocupó en piadosos ejercicios, los cuales puso por orden en un librito de singular provecho para las almas. Dedicado con asiduidad al estudio, llegó a conseguir los grados de sagrada teología. Buscó por compañeros nueve de los más sabios de la Universidad e instituyó la célebre Compañía de Jesús, confirmada por Paulo III el año 1540. Hecho el primer prepósito general, gobernó el Santo su Compañía con singular acierto, poniendo en ella santas y saludables costumbres. Propagóla por todo el mundo a costa de imponderables trabajos, con increible fruto de los fieles e infieles, haciéndolo todo a mayor honra y gloria de Dios. Descansó en paz el día 31 de julio de 1556, siendo canonizado por Gregorio XV el día 12 de marzo de 1622.
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ORACIÓN
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Oh Dios, que, para la mayor gloria
de vuestro Nombre, habéis dado
por el bienaventurado Ignacio
un nuevo socorro a vuestra
Iglesia militante, haced, que después
de haber combatido en la tierra,
siguiendo su ejemplo y bajo su protección,
merezcamos ser coronados con él en el cielo.
Por J. C. N. S. Amén.
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jueves, 30 de julio de 2009

La Santa Misa según los santos (I).

Santa Angela de Foligno:
"Si tan solo pausáramos por un momento para considerar con atención lo que ocurre en este Sacramento, estoy seguro que pensar en el amor de Cristo por nosotros transformaría la frialdad de nuestros corazones en un fuego de amor y gratitud."
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San Agustín:
"Cristo se sostuvo a si mismo en Sus manos cuando dio Su Cuerpo a Sus discípulos diciendo: "Este es mi Cuerpo". Nadie participa de esta Carne sin antes adorarla".
"Reconoce en este pan lo que colgó en la cruz, y en este caliz lo que fluyó de Su costado... todo lo que en muchas y variadas maneras anunciado antemano en los sacrificios del Antiguo Testamento pertenece a este singular sacrificio que se revela en el Nuevo Testamento" -Sermón 3, 2; Circa 410 A.D.
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San Efrén:
Oh Señor, no podemos ir a la piscina de Siloé a la que enviaste el ciego. Pero tenemos el cáliz de tu Preciosa Sangre, llena de vida y luz. Cuanto mas puros somos, mas recibimos.:
"Cuando la abeja ha recogido el roció del cielo y el néctar de las flores mas dulce de la tierra, se apresura a su colmena. De la misma forma, el sacerdote, habiendo del altar al Hijo de Dios (que es como el rocío del cielo y verdadero hijo de María, flor de nuestra humanidad), te lo da como manjar delicioso"
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San Juan Bosco:
"El objetivo principal es promover veneración al Santísimo Sacramento y devoción a María Auxilio de los Cristianos. Este título parece agradarle mucho a la augusta Reina del Cielo"
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Tomado de ICRSS.

miércoles, 29 de julio de 2009

Sancta Missa Granatensis.

Extraido del Blog "Sancta Missa Granatensis".
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Estimados amigos:

Queremos daros la bienvenida a todos las persona que amáis la liturgia tradicional, en especial a los granadinos. Creamos este foro, para que sirva de punto de unión a todos los granadinos que quieren asistir, a la Santa Misa Tradicional, según lo ha dispuesto el queridísimo Papa Benedicto XVI en el Motu Propio Summorum Pontificum. También tenemos intención de que sea el nucleo, donde formemos la asociación, Una Voce Granada, hermanado con otras ya existentes como en Málaga o Sevilla. Con el fin de realizar actividades formativas sobre la liturgia gregoriana y promover su uso. Para cualquier información podéis contactar por correo electrónico: misatradicionalgranada@gmail.com

Un saludo: In Domino

martes, 28 de julio de 2009

Utilidades que nos proporciona el Santo Sacrificio de la Misa.


Nos hace capaces de pagar todas las deudas que tenemos contraídas con Dios.
“Figúrate que eres aquel deudor del Evangelio que, cargado con la enorme deuda de diez mil talentos y llamado a rendir cuentas, se humilla en presencia de su acreedor, implora su indulgencia, y pide un plazo para satisfacer cumplidamente sus obligaciones: Putentiam habe in me, et omnia reddam tibi. Y he ahí lo que en realidad debes hacer tú que tienes, no una, sino mil deudas que satisfacer a la Justicia divina. Humíllate y pide de plazo para pagarlas el tiempo que necesitas para oír la Santa Misa, y puedes estar seguro de que por este medio satisfarás cumplidamente todas tus deudas. (Santo Tomás, 1.2, q. 102, a. 3, ad 10).
“El Angélico doctor Santo Tomás explica cuáles son nuestras deudas u obligaciones para con Dios, y entre ellas cita especialmente cuatro, y todas son infinitas.
“La primera, alabar y honrar la infinita majestad de Dios, que es digna de honores y alabanzas infinitas.
“La segunda, satisfacer por los innumerables pecados que hemos cometido.
“La tercera, darle gracias por los beneficios recibidos.
“La cuarta, en fin, dirigirle súplicas, como autor y dispensador de todas las gracias.
“Ahora bien, ¿cómo se concibe que nosotros, criaturas miserables que nada poseemos podamos, sin embargo, satisfacer deudas de tanto peso? He ahí el medio más fácil y el más a propósito para consolarnos y consolar al mundo. Procuremos asistir con la mayor atención al mayor número de Misas que nos sea posible; hagamos celebrar muchas, y por exorbitantes que sean nuestras deudas, por más que sean sin número, no hay duda que podremos satisfacerlas completamente por medio de la Santa Misa.
“A fin de que esté mejor instruido acerca de estas deudas, y que tengas de ellas el conocimiento más perfecto posible, voy a explanarlas una por una, y seguramente te llenarás del inefable consuelo al ver las preciosas utilidades y las riquezas inagotables que puedes sacar de la mina que te descubro, para satisfacerlas todas.
Fuente: San Leonardo de Porto-Mauricio: El Tesoro escondido de la Santa Misa.

lunes, 27 de julio de 2009

Reflexión del Octavo Domingo después de Pentecostés.

“Et ego vobis dico: fácite vobis amícos de mammóna iniquitátis: ut, cum defecéritis, recípinat vos in aeternam tabernácula” ( Así os digo Yo a vosotros: haceos amigos con las riquezas, instrumentos de pecado, para que cuando falleciereis, seáis recibidos en las eternas moradas). Sequéntina sancti Evangélii secúndum Lucam 16, 1-9.
“En el Evangelio de la Misa enseña el Señor, mediante una parábola, la habilidad de un administrador que es llamado a cuentas por el amo, acusado de malversar la hacienda. El administrador reflexionó sobre lo que le esperaba: Qué haré, puesto que mi señor me quita la administración? Cavar no puedo; mendigar, me da vergüenza. Sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando sea retirado de la administración. Entonces llamó a los deudores de su amo y pacto con ellos un arreglo favorable a los mismos. Al primero que se presentó le dijo: ¿Cuánto debes a mi señor? El respondió: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Tú, cuánto debes? El respondió: Cien cargas de trigo. Y le dijo: Toma tu recibo y escribe ochenta.
“El dueño se enteró de lo que había hecho su administrador y lo alabó por su sagacidad. Y Jesús, quizá con un poco de tristeza, añadió: los hijos del mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz. No alaba el Señor la inmoralidad de este intendente que se prepara, en el poco tiempo que le queda, unos amigos que luego le reciban y ayuden. “¿Por qué puso el Señor esta parábola? –pregunta San Agustín-. No porque el siervo aquel fuera precisamente un modelo de imitar, sino porque fue previsor para el futuro, a fin de que se avergüence el cristiano que carece de esta determinación”; alaba el empeño, la decisión, la astucia, la capacidad de sobreponerse y resolver una situación difícil, el no dejarse llevar por el desánimo.
“No es raro ver el esfuerzo y los incontables sacrificios que muchos hacen para obtener más dinero, para subir dentro de la escala social… Otras veces quedamos sorprendidos incluso por los medios que se emplean para hacer el mal: prensa, editoriales, televisión, proyectos de todo orden… Pues, al menos, ese mismo empeño hemos de poner los cristianos en servir a Dios, multiplicando los medios humanos para hacerlos rendir a favor de los más necesitados: en obras de enseñanza, de asistencia, de beneficencia… El interés que otros tienen en sus quehaceres terrenos hemos de poner nosotros en ganarnos el Cielo, en luchar contra todo lo que nos separa de Cristo. “¿Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos!: ilusiones de honores, ambición de riquezas, preocupaciones de sensualidad. Ellos y ellas, ricos y pobres, viejos y hombre maduros y jóvenes y aún niños: todos igual.
“Cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma tendremos una fe viva y operativa: y no habrá obstáculo que no venzamos en nuestras empresas de apostolado”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios, Madrid: Ediciones Palabra, 1992. Tomo V.

domingo, 26 de julio de 2009

Octavo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Conmemoración de Santa Ana, madre de la Santísima Virgen.
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"¡Abba! ¡Padre!": grito de amor filial que el Espíritu, huésped divino, pone en nuestros labios y que penetra hasta el cielo.
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La enseñanza del evangelio de hoy se reduce a una lección de prudencia cristiana y de celo sobrenatural. Sólo importa el cielo, y a él debemos tender utilizando las situaciones transitorias de aquí abajo, para caminar con más ímpetu.
Deberíamos mostrarnos tan hábiles en procurar nuestro porvenir futuro, como los hijos de las tinieblas en sus negocios temporales.
En la epístola se encontrará la razón profunda de este despego de las cosas de la tierra y el secreto de esta aspiración poderosa hacia las cosas del cielo. Es la gracia, la cual transforma nuestras vidas y las prepara a entrar en el reino celestial. Es el Espíritu Santo quien nos da un alma de hijos y nos hace gritar: "¡Abba = Padre!".
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INTROITUS
Ps. 47, 10 - 11. Ps. ibid., 2
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Suscépimus, Deus
misericórdiam tuam in
médio templi tui: secúndum
nomen tuum. Deus,
ita et laus tua in fines
terrae: justítia plena est
déxtera tua.
Ps. Magnus Dóminus,
et laudábilis nimis:
in civitáte Dei nostri,
in monte sancto ejus.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 25 de julio de 2009

Santiago, Apóstol.


“Desde que Santiago manifestó sus ambiciones, no del todo nobles, hasta su martirio hay un largo proceso interior. Su mismo celo, dirigido contra aquellos samaritanos que no quisieron recibir a Jesús porque daba la impresión de ir a Jerusalén, se transformará más tarde en afán de almas. Poco a poco, conservando su propia personalidad, fue4 aprendiendo que el celo por las cosas de Dios no puede ser áspero y violento, y que la única ambición que vale la pena es la gloria de Dios. Cuenta Clemente de Alejandría que cuando el Apóstol era llevado al tribunal donde iba a ser juzgado fue tal su entereza que su acusador se acercó a él para pedirle perdón. Santiago… lo pensó. Después lo abrazó diciendo: “la paz sea contigo”; y recibieron los dos la palma del martirio.
“Al meditar hoy sobre la vida del Apóstol Santiago nos ayuda no poco comprobar sus defectos, y los de aquellos Doce que el Señor había elegido. No eran poderosos, ni sabios, ni sencillos. Los vemos a veces ambiciosos, discutidores, con poca fe. Santiago será el primer Apóstol mártir. ¡Tanto puede la ayuda divina! ¡Cuántas gracias dará en el Cielo a Dios por haberlo llevado por caminos tan distintos de los que él había soñado! Así es el Señor: porque es bueno e infinitamente sabio, y nos ama, en muchas ocasiones no nos da aquello que le pedimos, sino lo que nos conviene.
“Santiago, como los demás Apóstoles, tenía defectos y flaquezas que se pueden ver con claridad en los relatos de los Evangelistas. Pero, junto a estas deficiencias y fallos, tenía un alma grande y un gran corazón. El Maestro fue siempre paciente con él y con todos, y contó con el tiempo para enseñarlos y formarlos con una sabia pedagogía divina.”Fijémonos -escribe San Juan Cristóstomo- en cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: ¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?, sino que sus palabras son: ¿Podéis beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo tengo que beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su Pasión le da el nombre de bautismo, para significar con ello que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo”.
“También a nosotros nos ha llamado el Señor. No demos entrada al desaliento si alguna vez las flaquezas y los defectos se hacen patentes. Si acudimos a Jesús, El nos alentará para seguir adelante con humildad, más fielmente. También el Señor tiene paciencia con nosotros, y cuenta con el tiempo.
¡Sancte Jacóbe Apóstole, intercéde pro nobis et pro Hispániae!
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. 1992. Tomo 7.

viernes, 24 de julio de 2009

El sacrificio de la Misa es el prodigio más asombroso de cuantos ha hecho la Omnipotencia divina.


“¿Te admirarás acaso de oírme decir que la Santa Misa es una obra asombrosa? ¡Ah! ¿Tan poca cosa es a tus ojos la maravilla que se verifica a la palabra de un simple sacerdote? ¿Qué lengua de hombres, ni aun de ángeles, podrá explicar jamás un poder tan ilimitado? ¿Quién hubiera podido concebir que la voz de un hombre, que ni aun puede sin algún esfuerzo levantar una paja, debería estar por gracia, dotada de una fuerza tan prodigiosa que obligase al Hijo de Dios a bajar del cielo a la tierra? Este es un poder mucho mayor que el de trasladar los montes de un lugar a otro, secar el Océano, o detener el curso de los astros. Este es un poder que de algún modo rivaliza con aquel primer Fiat, por medio del cual sacó Dios el mundo de la nada y que parece aventajar, en cierto sentido, al otro Fiat, por el cual la Santísima Virgen recibió en su seno al Verbo Eterno. Con efecto, la Santísima Virgen no hizo más que suministrar la materia para el Cuerpo del Salvador, que fue formado de sus substancia, es decir, de su preciosísima sangre, pero no por medio de Ella, ni de su operación; mientras que la voz del sacerdote, en cuanto obra como instrumento de Nuestro Señor Jesucristo, en el acto de la consagración reproduce de una manera admirable al Hombre-Dios, bajo las especies sacramentales, y esto tantas cuantas veces consagra.
“El Beato Juan el Bueno de Mantua con un milagro hizo conocer en cierto día esta verdad a un ermitaño, compañero suyo. No podía este comprender que la palabra del sacerdote fuese bastante poderosa para convertir la substancia del pan y del vino, en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; y, lo que es aún más lamentable, cedió a las sugestiones del demonio. Tan pronto el venerable Siervo de Dios se apercibió del gravísimo error de su compañero, lo condujo cerca de una fuente, de la que sacó un poco de agua, que le hizo tomar. El ermitaño, después de haber bebido, declaró que jamás había gustado un vino tan delicado. Pues bien, le dijo entonces el Siervo de Dios, ¿véis lo que significa este prodigio? Si por mi mediación, y eso que no soy más que un miserable mortal, la virtud divina ha mudado el agua en vino, ¿con cuánta mayor razón debéis creer que por medio de las palabras del sacerdote, que son palabras del mismo Dios, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Quién, pues, se atreverá a fijar límites a la omnipotencia de Dios? Esto bastó para ilustrar a aquel afligido solitario, quien, alejando de repente todas las dudas que atormentaban su alma, hizo una austera penitencia de su pecado.
“Tengamos fe, pero fe viva, y confesaremos que son innumerables las maravillosas excelencias contenidas en este adorable Sacrificio”.
San Leonardo de Porto-Mauricio: El Tesoro escondido de la Santa Misa.

jueves, 23 de julio de 2009

Necesidad del Santo Sacrificio de la Misa para aplacar la ira de Dios.


“¿Qué sería del mundo si llegase a verse privado del sol? ¡Ay! No habría en él más que tinieblas, espanto, esterilidad, miseria horrible. Y ¿qué sería de nosotros faltando del mundo la Misa? ¡Ah! ¡Desventurados de nosotros! Estaríamos privados de todos los bienes, oprimidos con el peso de todos los males; estaríamos expuestos a ser el blanco de todos los rayos de la ira de Dios. Admíranse algunos al ver el cambio que, en cierta manera, se ha verificado en la conducta de la providencia de Dios con respecto al gobierno de este mundo. Antiguamente se hacía llamar: El Dios de los ejércitos. Hablaba a su pueblo en medio de nubes y armado de rayos, y de hecho lo castigaba con todo el rigor de su divina justicia. Por un solo adulterio hizo pagar a veinticinco mil personas de la tribu de Benjamín. Por un ligero sentimiento de orgullo que dominó al rey David, por contar su pueblo, Dios le envió una peste tan terrible, que en muy pocas horas perecieron setenta mil personas (…) ¿Nuestras ingratitudes serán hoy más excusables que lo eran en otros tiempos? No, por cierto; antes al contrario, son mucho más criminales en razón de los inmensos beneficios de que hemos sido colmados. La verdadera causa de esa clemencia admirable por parte de Dios es la Santa Misa, en la que el Cordero sin mancha se ofrece sin cesar al Eterno Padre como víctima expiatoria de los pecados del mundo. He ahí el sol que llena de regocijo a la Santa Iglesia, que disipa las nubes y deja el cielo sereno. He ahí el arco iris que apacigua las tempestades de la justicia de Dios. Yo estoy firmemente persuadido de que sin la Santa Misa, el mundo a la hora presente estaría ya abismado y hubiera desaparecido bajo el inmenso peso de tantas iniquidades. El adorable Sacrificio del altar es la columna poderosa que lo sostiene.
“De lo dicho, pues, hasta aquí, bien puedes deducir cuán necesario nos es este divino Sacrificio; más no basta el que así sea, si no nos aprovechamos de él en las ocasiones... No lo dudemos; sin esta Víctima adorable, sacrificada por nosotros primeramente sobre la cruz, y después todos los días sobre nuestros altares, ya estaría decretada nuestra reprobación y cada cual hubiera podido decir a si compañero: ¡Hasta la vista en el infierno! Pero gracias al tesoro de la Santa Misa que poseemos, nuestra esperanza se reanima, y nos asegura de que el paraíso será nuestra herencia. Debemos, pues, besar nuestros altares con respeto, perfumarlos con incienso por gratitud, y sobre todo honrarlos con la más perfecta modestia, puesto que de allí recibimos todos los bienes.
San Leonardo de Porto-Mauricio: El Tesoro escondido de la Santa Misa.

miércoles, 22 de julio de 2009

El santo Sacrificio de la Misa tiene por principal sacerdote al mismo Jesucristo.

“Imposible parece poderse hallar una prerrogativa más excelente del sacrificio de la Misa, que el poderse decir de él que es, no sólo la copia, sino también el verdadero y exacto original del sacrificio de la cruz; y, sin embargo, lo que lo realza más todavía, es que tiene por sacerdote un Dios hecho hombre. Es indudable que en un sacrificio hay tres cosas que considerar: el sacerdote que lo ofrece, la Víctima que ofrece, y la majestad de Aquel a quien se ofrece. He aquí, pues, el maravilloso conjunto que nos presenta el santo sacrificio de la Misa bajo estos tres puntos de vista. El sacerdote que lo ofrece es un Hombre-Dios, Jesucristo; la víctima ofrecida es la vida de un Dios, y aquel a quien se ofrece no es otro que Dios. Aviva, pues, tu fe, y reconoce en el sacerdote celebrante la adorable persona de Nuestro Señor Jesucristo. El es el primer sacrificador, no solamente por haber instituido este sacrificio y porque le comunica toda su eficacia en virtud de sus méritos infinitos, sino también porque, en cada Misa, El mismo se digna convertir el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre preciosísima. Ve, pues, cómo el privilegio más augusto de la Santa Misa es el tener por sacerdote a un Dios hecho hombre. Cuando consideres al sacerdote en el altar, ten presente que su dignidad principal consiste en ser el ministro de este Sacerdote invisible y eterno, nuestro Redentor. De aquí resulta que el sacrificio de la Misa no deja de ser agradable a Dios, cualquiera que sea la indignidad del sacerdote que celebra, puesto que el principal sacrificador es Jesucristo Nuestro Señor, y el sacerdote visible no es más que un humilde ministro…
“¡Bendita sea eternamente la misericordia de nuestro Dios por habernos dado un sacerdote santo, santísimo, que ofrece al Eterno Padre este Divino Sacrificio en todos los países, puesto que la luz de la fe ilumina hoy al mundo entero! Sí, en todo tiempo, todos los días y a todas las horas; porque el sol no se oculta a nuestra vista sino para alumbrar a otros puntos del globo; a todas horas, por consiguiente, este Sacerdote santo ofrece a su Eterno Padre su Cuerpo, su Sangre, su Alma, a sí mismo, todo por nosotros, y tantas veces como Misas se celebren en todo el universo. ¡Oh, qué inmenso y precioso tesoro! ¡Qué mina de riquezas inestimables poseemos en la Iglesia de Dios! ¡Qué dicha la nuestra si pudiéramos asistir a todas esas Misas! ¡Qué capital de méritos adquiriríamos! ¡Qué cosecha de gracias recogeríamos durante nuestra vida, y qué inmensidad de gloria para la eternidad, asistiendo con fervor a tantos y tan Santos Sacrificios!
“Pero, ¿qué digo, asistiendo? Los que oyen la Santa Misa, no solamente desempeñan el oficio de asistentes, sino también el de oferentes; así que con razón se les puede llamar sacerdotes: Fecisti nos Deo nostro regnum, et sacerdotes. El celebrante es, en cierto modo, el ministro público de la Iglesia, pues obra en nombre de todos; es el mediador de los fieles, y particularmente de los que asisten a la Santa Misa, para con el Sacerdote invisible, que es Jesucristo Nuestro Señor; y juntamente con El, ofrece al Padre Eterno, en nombre todos y en el suyo, el precio infinito de la redención del género humano. Sin embargo, no está solo en el ejercicio de este augusto misterio; con él concurren a ofrecer el sacrificio todos los que asisten a la Santa Misa. Por eso el celebrante al dirigirse a los asistentes, les dice: Orate, frates: Orad hermanos, para que mi sacrificio, que también es el vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso. Por estas palabras nos da a entender que, aun cuando él desempeña en el altar el principal papel de ministro visible, no obstante todos los presentes hacen con él la ofrenda de la Víctima Santa”.
(San Leonardo de Porto-Mauricio: El tesoro escondido de la Santa Misa).

martes, 21 de julio de 2009

Crónica de una celebración anunciada.

El domingo 19 de julio de 2009 se celebró en la Parroquia de Casablanca, nuestra Parroquia, la Sancta Missa Tradicional de acuerdo al querer del Santo Padre Benedicto XVI.
La Missa fue oficiada por Msr. Jaime Astorga Paulsen, sacerdote diocesano de Valparaíso, quien nos acompañará, Dios mediante, los segundos y terceros domingos de cada mes en que los católicos de Casablanca podrán participar de la Forma Extraordinaria de la celebración eucarística.
La Missa comenzó a las 17:00 horas ante una gran cantidad de fieles que se hicieron presentes en el Templo Parroquial. La concurrencia estaba conformada por diversas categorías de edades; así, algunos volvieron a revivir una celebración que hacía varias décadas no la tenían, y otros descubrieron por vez primera la riqueza litúrgica del ritus antiquior.
El Altar Mayor de la Iglesia parroquial lucía esplendoroso. Cabe destacar que este altar es de auténtico mármol de Carrara y, según la tradición, iba destinado a la Catedral de Santiago, pero en su trayecto hacia la capital quedó en nuestra ciudad. Siempre ha estado en el templo conservando su majestuoso estilo a pesar de los terremotos que han asolado a la región de Valparaíso. El actual templo se construyó después del terremoto de 1906. Después de más de cuarenta años, el Altar Mayor volvió a lucir sus manteles litúrgicos, las sacras, un hermoso misal de propiedad del celebrante. Monseñor Astorga, por su parte, revestido con los ornamentos litúrgicos tradicionales celebró asistido por los acólitos.
Los cantos litúrgicos se hicieron oír en el templo al momento del ofertorio, de la comunión y al final de la Missa cuando se entonó el tradicional canto a la Virgen del Carmen, Reina y Patrona de Chile.
Sorprendentemente, gran parte de la concurrencia respondía al unísono cuando el ritual lo pide, a pesar de los años transcurridos; y al momento de la comunión todos han recibido el Cuerpo del Señor arrodillados en los reclinatorios, sin recibir instrucción previa.
Ha sido, en definitiva, una hermosa celebración. Monseñor Astorga en su sermón se ha referido a la necesidad de ser discípulos y misioneros de Cristo en el mundo, y que la savia de El corra por nuestro ser para que demos frutos buenos y abundantes. Ciertamente que la presencia de Monseñor Astorga como celebrante de la Missa es una muestra palpable del fiel discípulo del Divino Maestro.

lunes, 20 de julio de 2009

Sancta Missa Tradicional en Casablanca, Chile.

Este domingo 19 de julio a las 17 hrs, VII después de Pentecostés de acuerdo al calendario tradicional, se ha celebrado la 1ª Sancta Missa en su forma extraordinaria en la Parroquia Santa Bárbara de Casablanca, Chile en concordancia con el Motu Proprio "Summorum Pontificum" de Su Santidad Benedicto XVI, felizmente reinante. La Missa fue oficiada por Monseñor Jaime Astorga Paulsen, testimonio viviente del fiel discípulo de Cristo.
La próxima celebración del Usus Antiquior, Dios mediante, será el domingo 9 de agosto, X después de Pentecostés, desde ya están cordialmente invitados.
Les comparto algunas fotos de la Sancta Missa.
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Reflexión del Séptimo Domingo después de Pentecostés.

El Señor insiste en repetidas ocasiones en el peligro de los falsos profetas, que llevarán a muchos a su ruina espiritual. San Pablo los llama falsos hermanos y falsos apóstoles, y advierte a los primeros cristianos que se guarden de ellos; San Pedro los llama falsos doctores. En nuestros días también han proliferado los maestros del error; ha sido abundante la siembra de malas semillas, y han sido causa de desconcierto y de ruina para muchos.
En el Evangelio de la Misa nos advierte el Señor: Tened cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Mucho es el daño que causan en las almas, pues los que se acercan a ellos en busca de luz encuentran oscuridad, buscan fortaleza y hallan incertidumbre y debilidad. El mismo Señor nos señala que tanto los verdaderos como los falsos enviados de Dios se conocerán por sus frutos; los predicadores de falsas reformas y doctrinas no acarrearán más que la desunión del tronco fecundo de la Iglesia y la turbación y la perdición de las almas: por sus frutos los conoceréis, nos dice Jesús. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. En este pasaje del Evangelio nos advierte el Señor para que estemos vigilantes y seamos prudentes con los doctores falsarios y con sus doctrinas engañosas, pues no siempre será fácil distinguirlas, ya que la mala doctrina se presenta muchas veces con apariencia de bondad y de bien.
Los árboles sanos dan frutos buenos. Y el árbol está sano cuando corre en él savia buena. La savia del cristiano es la misma vida de Cristo, la santidad personal, que no se puede suplir con ninguna otra cosa. Por eso no debemos separarnos nunca de El: quien está unido conmigo, y yo con él –nos dice-, ése da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer. En el trato con Jesús aprendemos a ser eficaces, a estar alegres, a comprender, a querer de verdad, a ser, en definitiva, buenos cristianos.
Si se descuidara esa honda unión con Dios, la eficacia apostólica con quienes nos relacionamos habitualmente se iría reduciendo hasta ser nula, y los frutos se tornarían amargos, indignos de ser presentados al Señor. “Entre aquellos mismos –señalaba San Pío X- a quienes les resulta una carga recogerse en su corazón (Jer 12, 11) o no quieren hacerlo, no faltan los que reconocen la consiguiente pobreza de su alma, y se excusan con el pretexto de que se entregaran totalmente al servicio de las almas. Pero se engañan. Habiendo perdido la costumbre de tratar con Dios, cuando hablan de El a los hombres o dan consejos de vida cristiana, están totalmente vacíos del espíritu de Dios, de manera que la palabra del Evangelio parece como muerta en ellos”.
Así como el hombre que excluye de su vida a Dios se convierte en árbol enfermo con malos frutos, la sociedad que pretende desalojar a Dios de sus costumbres y de sus leyes produce males sin cuento y gravísimos daños para los ciudadanos que la integran. Surge al mismo tiempo el fenómeno del laicismo, que quiere suplantar el honor debido a Dios y la moral basada en principios trascendentes, por ideales y normas de conducta meramente humanos, que acaban siendo infrahumanos. A la vez, tratan de relegar a Dios y a la Iglesia al interior de las conciencias y se ataca, con agresividad, a la Iglesia y al Papa, bien directamente o en personas o instituciones que son fieles a su Magisterio.
Ante frutos tan amargos, los cristianos debemos responder con generosidad a la llamada recibida de Dios para ser sal y luz allí donde estamos, por pequeño que pueda ser o parecer el ámbito donde se desenvuelve nuestra vida. Debemos mostrar con hechos que el mundo es más humano, más alegre, más honesto, más limpio, cuando está más cerca de Dios. La vida más merece la pena ser vivida cuanto más informada esté por la luz de Cristo.
Con la gracia de Dios y la intercesión de Santa María, nos esforzaremos con constancia para dar fruto abundante, en el lugar donde Dios nos ha puesto.

domingo, 19 de julio de 2009

Séptimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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La rama, injertada en el árbol de la cruz y en Cristo, debe dar buenos frutos bajo el sol rotundo de la gracia: ¡ay de la rama muerta, a la que el hacha hará caer en el fuego!.
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El Espíritu Santo sigue siempre pausadamente, calladamente transformando, divinizando la faz sobrenatural de la tierra. Es sal de la Sabiduría, que sazona al mundo, que purifica las almas, que las madura con sus divinales fuegos para la vida eterna. Ese divino Espíritu tiene razón de Don, y entre los Dones el más augusto y preciado es el de Sabiduría, tan solicitado por la Iglesia ya desde estos domingos, y sobre todo en los de agosto, recordarnos en maitines las figuras de David y de Salomón. Ambos fueron grandes amantes de la divina Sabiduría, que nos hace sacar gusto a Dios, y enjuiciarlo todo según su certero y sapientísimo criterio: Esta es aquella Sunamitis tan ferviente que calentaba al anciano David, tan casta que no le incitaba la libídine. Esta pidió también el joven Salomón como esposa al tomar las riendas del gobierno; ésta finalmente constituirá para los elegidos las delicias del cielo. "Videnti Creatorem angusta est omnis creatura", al que ve al Creador, dice S. Gregorio, parécele poquita cosa cualquier criatura, charquitos de agua turbia, frente a las aguas vivas de una fuente caudalosa. Los pingües frutos de esta celestial Sabiduría hállanse enumerados en la Epístola de hoy; y, en cambio, el fruto y paga del pecado es la muerte, además de la vergüenza y del torcedor de la conciencia que le acompaña y que le sigue. Por nuestra vida y por los frutos que rindamos se conocerá qué tal árbol somos (Ev.), pues no está todo en tener buenas abras, sino en la Sabiduría y cordura, que el Espíritu Santo comunica a los que de Él se dejan dócilmente guiar, traduciéndose luego en obras buenas y de edificación. "Preciso es, dice S. Agustín, que manos y lengua vayan a la par; y que mientras ésta glorifica a Dios, aquéllas obren". "Las palabras placenteras y los aires de mansedumbre deben ser evaluados por el fruto de las obras", dice S. Hilario; porque a menudo sucede que la piel de oveja sirve para ocultar la ferocidad del lobo (Noct. 3º). Tenemos, pues, en el pacífico Salomón una figura de Cristo, el cual dijo cierto día: Éste que veis es más que Salomón. A Él debemos escuchar (Grad.) porque tiene palabras de vida eterna. Él es la sabiduría misma del Padre. Pidamos al Señor, mantenga nuestra vida en los caminos de su justicia, aparte de nosotros todo lo nocivo, y nos conceda todo lo saludable (Or.). El párroco celebra hoy la misa por sus feligreses.
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INTROITUS
Ps. 46, 2 - Ps. ibid., 3
Omnes gentes pláudite
mánibus: jubiláte Deo
in voce exsultatiónis.
Ps. Quóniam Dóminus excélsus,
terríbilis: Rex magnus
super omnes terram.
V/. Glória Patri.
*
Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 18 de julio de 2009

El Sacrificio de la Misa es igual al de la Cruz.


“La principal excelencia del santo sacrificio de la Misa es que debe ser considerado como esencial y absolutamente el mismo que se ofreció sobre la cruz en la cima del Calvario, con esta sola diferencia: que el sacrificio de la cruz fue sangriento, y no se ofreció más que una vez, satisfaciendo plenamente el Hijo de Dios, con esta única oblación, por todos los pecados del mundo; mientras que el sacrificio del altar es un sacrificio incruento, que puede ser renovado infinitas veces, y que fue instituido para aplicar a cada uno en particular el precio universal que Jesucristo pagó sobre el Calvario por el rescate de todo el mundo. De esta manera, el sacrificio sangriento fue el medio de nuestra redención, y el sacrificio incruento nos da su posesión: el primero nos franquea el inagotable tesoro de los méritos infinitos de nuestro divino Salvador; el segundo nos facilita el uso de ellos poniéndolos en nuestras manos. La Misa, pues, no es una simple representación o la memoria únicamente de la Pasión y muerte del Redentor, sino la reproducción real y verdadera del sacrificio que se hizo en el Calvario; y así con toda verdad puede decirse que nuestro divino Salvador, en cada Misa que se celebra, renueva místicamente su muerte sin morir en realidad, pues está en ella vivo y al mismo tiempo sacrificado e inmolado: “Vidi (…) agnum stantem tamquam occisum”.
“En el día de Navidad la Iglesia nos representa el Nacimiento del Salvador; sin embargo, no es cierto que nazca en este día cada año. En el día de la Ascensión y Pentecostés, la misma Iglesia nos representa a Jesucristo subiendo a los cielos y al Espíritu Santo bajando a la tierra; sin embargo, no es verdad que en todos los años y en igual día se renueve la Ascensión de Jesucristo al cielo, ni la venida visible del Espíritu Santo sobre la tierra. Todo esto es enteramente distinto del misterio que se verifica sobre el altar, en donde se renueva realmente, aunque de una manera incruenta, el mismo sacrificio que se realizó sobre la cruz con efusión de sangre. El mismo Cuerpo, la misma Sangre, el mismo Jesús que se ofreció en el Calvario, el mismo es el que al presente se ofrece en la Misa.
“Esta es obra de nuestra Redención, que continúa en ejecución, como dice la Iglesia: Opus nostrae redemptionis exercetur. Si exercetur; se ofrece hoy sobre los altares el mismo sacrificio que se consumó en la cruz.
“Oh, qué maravilla! (…)
“Yo digo que la iniquidad es un mal en todo tiempo y lugar; pero los pecados que se cometen durante la celebración del santo sacrificio de la Misa y en presencia de los altares, son pecados que atraen sobre sus autores la maldición del Señor: Maledictus que facit opus Domini fraudulenter. Medítalo atentamente mientras que te manifiesto otras maravillas y excelencias de tan precioso tesoro”.
Fuente: San Leonardo de Porto-Mauricio: El Tesoro Escondido de la Santa Misa.

viernes, 17 de julio de 2009

El Sacramento y la virtud de la Penitencia, IV.

“En el Sacramento de la Penitencia, la contrición, como los demás actos del penitente, acusación de las faltas y satisfacción, reviste un carácter sacramenta. ¿Qué quiere decir esto? Que en todo sacramento los méritos infinitos que nos ha conseguido Cristo, se aplican al alma para producir la gracia especial contenida en el sacramento. La gracia del Sacramento de la Penitencia consiste en destruir en el alma el pecado, debilitar los restos del mismo, devolver la vida, o, si no hay más que faltas veniales, remitirlas y aumentar la gracia. En este sacramento, comunícase a nuestra alma, para que se opere la destrucción del pecado, aquel odio que Cristo experimentó en su agonía sobre la cruz: Dilexisti justitiam et odisti iniquitatem. La ruina del pecado, operada por Cristo, en su pasión, se aplica y se reproduce en el penitente. La contrición, aun fuera del sacramento, queda y permanece lo que es: un instrumento de muerte para el pecado; pero en el sacramento, los méritos de Cristo elevan, por decirlo así, de un modo infinito este instrumento, y le dan una eficacia soberana. En aquel momento lava Cristo nuestras almas en su divina sangre: Christus lavit nos a peccatis nostris in sanguine suo.
“No lo olvidéis nunca: cada vez que recibís dignamente y con devoción este sacramento, aun cuando no tuviereis más que faltas veniales, corre en abundancia la sangre de Cristo sobre vuestras almas, para vivificarlas, fortalecerlas contra la tentación, y hacerlas generosas en la lucha contra el apego al pecado, para destruir en ellas las raíces y afectos del mismo; el alma encuentra en este sacramento una gracia especial para desarraigar los vicios y purificarse más y más, para recuperar y aumentar en ella la vida de la gracia.
“Avivemos, pues, sin cesar, antes de la Confesión, nuestra fe en el valor infinito de la expiación de Jesucristo. El ha soportado el peso de todos nuestros pecados: Iniquitates nostras ipse portavit; se ha ofrecido por cada uno de nosotros: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me; sus satisfacciones son más que sobreabundantes; tiene derecho adquirido de perdonarnos, y no hay pecado que no pueda borrar su divina sangre. Animemos nuestra fe y confianza en sus inagotables méritos, frutos de su pasión. Os he dicho que, cuando recorriendo Jesucristo la Palestina, se presentaban a El para verse libres del demonio, exigía la fe en su divinidad, y únicamente atribuía a la fe la curación o remisión de los pecados: “Idos, vuestros pecados os son perdonados, vuestra fe os ha salvado”. La fe, ante todas las cosas, es la que ha de acompañar a este tribunal de misericordia; la fe en el carácter sacramental de todos nuestros actos; la fe, sobre todo, en la sobreabundancia de las satisfacciones que Jesús ha dado por nosotros a su Padre”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

jueves, 16 de julio de 2009

Ave Maris Stella (Ave Estrella del Mar)

Nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile.

Es una piadosa creencia que aquellos que llevan el escapulario de la Virgen del Carmen serán preservados del infierno, y que si rezan las oraciones prescritas serán liberados del purgatorio el sábado siguiente al día de su muerte. Este escapulario representa en pequeño el escapulario que la Santísima Virgen en persona dio a Simón Stock, religioso carmelita inglés. La fiesta de este día ha sido establecida para recordar este gran beneficio acordado por la Madre de Dios, y excitar a los fieles a aprovecharlo.
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Oración
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Señor, que habéis honrado a la Orden del Carmelo
con el glorioso título de la Bienaventurada Virgen María,
vuestra Madre, dignaos concedernos, hoy que
celebramos solemnemente su memoria,
la gracia de llegar, por su protección,
a la beatitud eterna. Por J. C. N. S.
*

miércoles, 15 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXXV).

Oraciones Leoninas.

Retro...


Uno de mis "amigos" del facebook puso un pensamiento que decía más o menos así: “En la Santa Madre Iglesia todos los ritos tienen cabida…incluso los retro”. Cuando lo leí, deduje que se refería a la Missa en latín.
Después ese “en qué estás pensando” recibió como respuesta de un amigo del anterior que el latín había llegado a última hora al rito católico.
Sobre la base de estos “pensamientos” les envié mi respuesta a mis "amigos cibernautas":
La connotación semántica hoy del prefijo retro tiene evidentemente un significado negativo, pues se refiere a lo anquilosado, a una antigualla, a algo que está caduco, a algo que está en estado momificado; pues bien, como deduzco que mi "amigo" del facebook alude subrepticiamente a la forma tradicional de celebrar el rito católico, le respondí que la Sancta Missa de siempre tiene larga vida y está más activa que nunca en el mundo entero, a pesar de muchos renovados y liberales litúrgicos que se dicen en comunión plena con el Papa.
Si celebrar tradicionalmente la Sancta Missa significa ser retro…, pues bien soy retro.

martes, 14 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXXIV).

ET VERBUM CARO FACTUM EST...

El Sacramento y la virtud de la Penitencia, III.

“Este sacramento, instituido por Jesucristo, para la remisión de los pecados y para devolvernos la vida de la gracia, si la hemos perdido después del bautismo, contiene en sí mismo una gracias sin límites de perdón. Mas para que el sacramento obre en el alma, deberá esta evitar todo obstáculo que se oponga a su acción. Ahora bien, ¿cuál puede ser aquí el obstáculo? El pecado y el apego al pecado. El pecador deberá hacer declaración de si pecado, declaración íntegra de las faltas mortales; después deberá destruir el apego al pecado mediante la contrición y aceptación de la satisfacción que le fuese impuesta.
“Ya sabéis que de todos estos elementos esenciales que se refieren al penitente, el más importante es la contrición; aun cuando la acusación de las faltas fuese materialmente imposible, persiste la necesidad de la contrición. ¿Por qué? Porque, por el pecado, el alma se ha apartado de Dios para complacerse en la criatura, y si quiere que Dios se comunique de nuevo con ella y le devuelva la vida, deberá rechazar todo apego a la criatura para volver a Dios; ahora bien, tal acto comprende la detestación del pecado el firme propósito de nunca más cometerlo; de lo contrario, la detestación no es sincera; tal es la contrición, la cual, como la palabra misma lo indica, es un sentimiento de dolor que quebranta el alma, conocedora de su miserable estado y de la ofensa divina, y la hace volver a Dios.
“La contrición es perfecta, cuando el alma siente haber ofendido al soberano bien y a la bondad infinita; esta perfección proviene del motivo, que es el más elevado que pueda darse: la majestad infinita. Claro está que dicha contrición, perfecta en su naturaleza, admite en su intensidad toda una serie de escalones, que varía según el grado de fervor de cada alma. Sea cual fuere el grado de intensidad, el acto de contrición perfecta en su motivo, borra el pecado mortal en el momento en que el alma lo produce, aunque, en la actual economía, en virtud del precepto positivo establecido por Cristo, la acusación de las faltas mortales es obligatoria, mientras sea posible.
“La contrición imperfecta es aquella que resulta de la vergüenza experimentada por el pecado, del castigo merecido por el pecado, de la pérdida de la bienaventuranza eterna; no tiene por sí misma el efecto de borrar el pecado mortal; pero es suficiente con la absolución dada por el sacerdote.
“Son verdades que únicamente me limito a recordaros, aunque hay un punto importante sobre el cual deseo que fijéis vuestra atención.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

lunes, 13 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXXIII).

Bendición.

Reflexión del sexto domingo después de Pentecostés.

“In illo témpore: Cum turba multa esset cum Jesu, nec habérent quod manducárent, convocátis discípulis, ait illis: Miséreor super turbam: quia ecce jam triduo sústinent me, nec habent quod manducácent…” (En aquel tiempo: Habiéndose juntado otra vez una inmensa turba en torno de Jesús, y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo: Lástima me da esta multitud, porque tres días hace que me siguen, y no tienen qué comer…). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Marcum 8, 1-9.
“Jesús llamò a sus discípulos, y les dijo: Me da lástima de la gente.
Esta es la razón que tantas veces mueve el corazón del Señor. Llevado por su misericordia hará a continuación el espléndido milagro de la multiplicación de los panes.
“Me da lástima de la gente. Este es el gran motivo para darse a los demás: ser compasivos y tener misericordia.
“Y para aprender a ser misericordiosos debemos fijarnos en Jesús, que viene a salvar lo que estaba perdido; no viene a terminar de romper la caña cascada ni a apagar del todo la mecha que aún humea, sino a cargar con nuestras miserias para salvarnos de ellas, a compadecerse de los que sufren y de los necesitados. Cada página del Evangelio es una muestra de la misericordia divina.
“Debemos meditar la vida de Jesús porque “Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina (…) Nos han quedado grabadas también, entre otras muchas escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. ¡Cuántas razones de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a su vida, el que podía ayudarla en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión, porque interiormente se conmueve ante el dolor humano”. ¡Jesús que se conmueve ante nuestro dolor.
“La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.
“Dios es misericordioso, y ese divino atributo es como el motor que guía y mueve la historia de cada hombre. Cuando los Apóstoles quieren resumir la Revelación, aparece siempre la misericordia como la esencia de un plan eterno y gratuito, generosamente preparado por Dios. Con razón puede el Salmista asegurar que de la misericordia del Señor está llena la tierra. La misericordia es la actitud constante de Dios hacia el hombre. Y el recurso a ella es el remedio universal para todos nuestros males, también para aquellos que creíamos que ya no tenían remedio.
“Meditar en la misericordia del Señor nos ha de dar una gran confianza ahora y en la hora de nuestra muerte, como rezamos en el Avemaría. Qué alegría poderle decir al Señor, con San Agustín: “Toda mi esperanza estriba sólo en tu gran misericordia”. Sólo en eso, Señor. En tu misericordia se apoya toda mi esperanza. No en mis méritos, sino en tu misericordia”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios. Madrid: Ediciones Palabra. 1986.

domingo, 12 de julio de 2009

Sancta Missa Tradicional en Casablanca, Chile.


Sancta Missa en su Forma Extraordinaria de acuerdo al Motu Proprio “Summorum Pontificum” del Papa Benedicto XVI, esta se efectuará el próximo domingo 19 de julio de 2009 a las 17:00 hrs., y cada segundo y tercer domingo de mes si Dios así lo quiere, en el Templo Parroquial de Santa Bárbara de Casablanca, Chile.
La Sancta Missa será oficiada por Monseñor Jaime Astorga Paulsen.
Su presencia será altamente valiosa en esta ceremonia litúrgica que promueve la Tradición Católica según el querer del Sumo Pontífice reinante.
Le rogamos haga extensiva esta invitación.
Casablanca, Chile, julio de 2009.

Sexto domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
*
"Tomando los panes, dio gracias, los partió y los dio a los doce para que los repartieran a la hambrienta multitud; bendijo asímismo los peces y mandó distribuirlos": imagen de la eucaristía, verdadero Pan de vida para los hombres.
*
La Missa de hoy nos presenta una síntesis de los beneficios que Jesús concede a sus fieles: unidos a sí por el Bautismo, nos sacia con el Pan de vida, del que fué hermoso símbolo la multiplicación que nos relata el Evangelio. San Pablo compara el Bautismo a la muerte y sepultura de Jesús, de la cual nos levantamos, como Él, para una vida más gloriosa. El Introito afirma ser el Señor fortaleza y protector de su pueblo, y el Ofertorio le pide guíe siempre nuestros pasos para que no vacilemos.
*
INTROITUS
Ps. 27, 8 et 9 - Ps. ibid., 1
*
Dóminus fortitúdo
plebis suae, et protéctor
salutárium Christi sui
est: salvum fac pópulum
tuum, Dómine, et bénedic
hereditáti tuae, et rege
eos, usque in saeculum.
Ps. Ad te, Dómine,
clamábo, Deus meus,
ne síleas a me: ne
quando táceas a me, et
assimilábor descendéntibus
in lacum. V/. Glória Patri.
*
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sábado, 11 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXXII).

Poscomunión.

Felicitación sabatina en honor de la Santísima Vírgen.

Felicitación y súplica.
*
¡Oh Inmaculada María! Yo os doy mil parabienes, uniendo mis alabanzas con las de todos los espíritus celestes y justos de la tierra, por el gran privilegio de vuestra Concepción Purísima; y doy gracias a la beatísima Trinidad por el gozo que proporcionó a la Santa Iglesia con la declaración dogmática de este admirable misterio. Y por la suma complacencia que disteis, en vuestro primer instante al que tanto se dignó enalteceros, suplícoos aceptéis estos pequeños obsequios, en compensación de los agravios que vuestro divino Hijo y Vos recibís cada día, de los hombres.
*
Pongo confiadamente en vuestras manos las necesidades de la Iglesia y del Estado; y os pido por el Sumo Pontífice, por la exaltación de la fe, destrucción de todos los errores, conversión de todos los pecadores, reforma de costumbres, prosperidad de todas las misiones católicas, y por el aumento y propagación de esta devoción.
*
Logremos todos los que aquí nos asociamos para felicitaros, la dicha de asociarnos también en el cielo, para ensalzar eternamente el gran misterio de vuestra Inmaculada Concepción.
*
¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!.
*
Tomado de Misal Romano Diario y Devocionario, P. Rambla, un regalo de Monseñor Jaime Astorga Paulsen, el día de 10 de julio de 2009.

viernes, 10 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXXI).

Abluciones.

El Sacramento y la virtud de la Penitencia, II.

“Dios pone toda su gloria en aliviar nuestra miseria y perdonarnos nuestras faltas; Dios quiere verse glorificado al manifestar su misericordia para con nosotros, a causa de las satisfacciones de su Hijo muy amado. En la eternidad cantaremos, dice San Juan, un cántico a Dios y al Cordero. ¿Cuál será ese cántico? ¿Será el Sanctus de los ángeles? Dios no perdonó a una parte de aquellos espíritus puros; desde su primera rebelión, fulminó sentencia para siempre, porque no tenían las debilidades ni las miserias que son herencia nuestra. Los ángeles fieles cantan la santidad de Dios, esa santidad que no pudo padecer ni por un solo instante la deserción de los rebeldes. ¿Cuál será nuestro cántico? El de la misericordia: Misericordias Domini, in aeternum cantabo; este versículo del Salmista será como el estribillo del cántico de amor que entonaremos a Dios. ¿Qué cantaremos al Cordero? Redemisti nos, Domine, in sanguine tuo: ¡Nos has rescatado, oh Señor, con tu sangre preciosa; fue tal la piedad que con nosotros tuviste, que derramaste tu sangre para salvarnos de nuestras miserias, para librarnos de nuestros pecados, como lo repetimos a diario, en nombre tuyo, en la Santa Misa: “He aquí el cáliz de mi sangre que ha sido redamada para remisión de los pecados”: Effundetur in remissionem peccatorum. Sí, resulta para Dios una gloria inmensa esta misericordia que usa para con los pecadores que se acogen a las satisfacciones de su Hijo Jesucristo, y por lo mismo se comprende que una de las mayores afrentas que podemos hacer a Dios es dudar de su misericordia y del perdón que nos da por medio de Jesucristo. Con todo, este perdón no se nos concede después del bautismo, sino haciendo frutos dignos de penitencia. Existe, dice el Santo Concilio de Trento, una gran diferencia entre el Bautismo y el Sacramento de la Penitencia. Verdad es que, en un adulto, requiere el bautismo odio al pecado y resolución de huir de él, pero no se exige una satisfacción ni especial reparación. Leed las ceremonias de la administración del Bautismo, no hallaréis mención alguna de obras de penitencia que haya que practicar; es una remisión total y absoluta de la falta y de la pena incurrida por la falta. ¿Por qué esto? Porque este sacramento, que es el primero que recibimos, constituye las primicias de la sangre de Jesús, comunicadas al alma. Pero, continúa el Concilio, si, después del Bautismo, una vez unidos con Jesucristo, libres de la esclavitud del pecado y hechos templos del Espíritu Santo, recaemos voluntariamente en el pecado, no podemos recuperar la gracia y la vida sino haciendo penitencia; así lo ha establecido, y no sin conveniencia, la justicia divina. Ahora bien, la penitencia puede considerarse como sacramento y como virtud que se manifiesta por actos que le son propios.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

jueves, 9 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXX).

Ecce Agnus Dei...

El Sacramento y la virtud de la Penitencia, I.

“Conocéis aquella hermosa oración que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, pone en nuestros labios el 2º Domingo después de Pentecostés: “Oh Dios, que hacéis resaltar vuestra omnipotencia sobre todo perdonándonos y teniendo piedad de nosotros; derramad sobre nosotros con abundancia esta misericordia”: Deus qui omnipotentiam tuam parcendo maxime et miserando manifestas, multiplica super nos misericordiam tuam.
“He aquí una revelación que Dios nos hace por boca de la Iglesia: perdonándonos, parcendo, apiadándose, miserando, Dios nos señala principalmente, maxime, su poder. En otra oración, dice la Iglesia, que “uno de los atributos más exclusivos de Dios, es tener siempre conmiseración y perdonar”: Deus cui proprium est misereri serper et parcere.
“El perdón supone ofensas, deudas que perdonar; la piedad y misericordia sólo pueden existir donde se encuentran miserias. ¿Qué es, en efecto, ser misericordioso? Tomar en cierto modo, sobre su propio corazón, la miseria de los demás. Ahora bien, Dios es la bondad misma, el amor infinito, Deus caritas est; y ante la miseria, la bondad y el amor se convierten en misericordia; por eso decimos a Dios: Deus meus misericordia meam. ¡Vos sois, Dios mío, mi misericordia! La Iglesia pide a Dios en esta oración que abunde su misericordia: Multiplica super nos misericordiam tuam. ¿Por qué así? Porque nuestras miserias son inmensas, y de ellas habría que decir: Abyssus, abyssum invocat, “el abismo de nuestras miserias, de nuestras faltas, de nuestros pecados llama al abismo de la misericordia divina”. “Todos, efectivamente, somos miserables, todos somos pecadores, unos más que otros, en mayor o en menor grado: In multis offendimus omnes, dice el Apóstol Santiago; y San Juan: “Si nos creemos sin pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no se encuentra en nosotros la verdad”.
“Y todavía dice más cuando afirma que, hablando de esta suerte, “hacemos a Dios mentiroso”: Si dixerimus quoniam non peccavimus, mendacem facimus eum. ¿Por qué es esto? Porque Dios nos obliga a todos a que digamos: “Perdónanos nuestras deudas”: Dimitte nobis debita nostra. Dios no nos obligaría a esta petición si no tuviéramos deudas (debita). Todos somos pecadores, y esto es tan cierto, que el Concilio de Trento ha condenado a aquellos que dicen que se pueden evitar todos los pecados, aun veniales, sin especial privilegio de Dios, como el que fue concedido a la Santísima Virgen María. Esa es precisamente nuestra desgracia. Mas no debe desalentarnos, puesto que Dios la conoce, y, por lo mismo, tiene piedad de nosotros, “cual padre se compadece de sus hijos”: Quomodo miseretur pater filiorum, misertus est Dominus. Pues sabe como no sólo fuimos sacados de la nada, sino hechos de barro: Quoniam ipse cognovit figmentum nostrum. Conoce este cúmulo de carne y sangre, músculos y nervios, miserias y debilidades que constituyen el ser humano y hacen posible el pecado y el retorno a Dios, no una vez, sino setenta veces siete, como dice Nuestro Señor, es decir, un número indefinido de veces”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

miércoles, 8 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXIX).

Comunión del Sacerdote.

MOTU PROPRIO "ECCLESIAE UNITATEM"

Tomado de Vatican Information Service:
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CIUDAD DEL VATICANO, 8 JUL 2009 (VIS).-Publicamos a continuación la traducción de la Carta Apostólica "Motu Proprio datae", "Ecclesiae Unitatem" de Benedicto XVI, sobre la estructura de la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei" ligada a partir de ahora a la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el objetivo de examinar las cuestiones relativas a la Fraternidad San Pio X. El texto original está escrito en latín.
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"La tarea de custodiar la unidad de la Iglesia, con la solicitud de ofrecer a todos la ayuda para responder de forma oportuna a esta vocación de gracia divina corresponde en particular al Sucesor del Apóstol Pedro, que es perpetuo y visible fundamento de la unidad sea de los obispos que de los fieles. La prioridad suprema y fundamental de la Iglesia en todos los tiempos de llevar a los hombres hacia el encuentro con Dios, debe favorecerse mediante el compromiso de alcanzar el testimonio común de fe de todos los cristianos".

"En fidelidad a ese mandato, después del acto con que el arzobispo Marcel Lefebvre, el 30 de junio de 1988, confirió ilícitamente la ordenación episcopal a cuatro sacerdotes, el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, instituyó el 2 de julio de 1988, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, con la tarea de colaborar con los obispos, los dicasterios de la Curia Romana y los ambientes interesados, con el objetivo de facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades o simples religiosos y religiosas, ligados hasta entonces, de varias formas a la Fraternidad fundada por Monseñor Lefebvre que deseasen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia Católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas a la luz del Protocolo firmado el 5 de mayo anterior por el Cardenal Ratzinger y Monseñor Lefebvre".

"En la misma línea, adhiriendo fielmente a la misma tarea de servir a la comunión universal de la Iglesia también en su manifestación visible y haciendo todos los esfuerzos posibles para que todos los que sienten realmente el deseo de unidad puedan permanecer en ella o reencontrarla, he ampliado y actualizado con el Motu Proprio "Summorum Pontificum", la indicación general contenida en el Motu Propio "Ecclesia Dei" sobre la posibilidad de utilizar el Missale Romanum de 1962, a través de normas más precisas y detalladas".

"En el mismo espíritu y con el mismo compromiso de favorecer la superación de cualquier fractura y división en la Iglesia y de curar una herida sentida cada vez con más dolor en el tejido eclesial, levanté la excomunión a los cuatro obispos ordenados ilícitamente por Monseñor Lefevbre. Con esa decisión, quise eliminar un impedimento que podía perjudicar la apertura de una puerta al diálogo e invitar así a los obispos y a la Fraternidad San Pío X a reencontrar el camino hacia la plena comunión con la Iglesia. Como expliqué en la Carta a los Obispos católicos del pasado 10 de marzo, el levantamiento de la excomunión fue una medida en el ámbito de la disciplina eclesiástica para liberar a las personas del cargo de conciencia que representaba la censura eclesiástica más grave. Pero las cuestiones doctrinales, obviamente, permanecen y, hasta que no se aclaren, la Fraternidad no tiene un estatuto canónico en la Iglesia y sus ministros no pueden ejercer de forma legítima ningún ministerio".

"Dado que los problemas que se deben abordar ahora con la Fraternidad son de naturaleza esencialmente doctrinal, he decidido, veintiún años después del Motu Proprio "Ecclesia Dei" y de acuerdo con cuanto había pensado hacer, replantear la estructura de la Comisión "Ecclesia Dei", ligándola estrechamente con la Congregación para la Doctrina de la Fe".

"La Pontificia Comisión "Ecclesia Dei" tendrá, por lo tanto, la configuración siguiente: a) el Presidente de la Comisión es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; b) La Comisión tiene su propio organigrama compuesto por el Secretario y los Oficiales; c) La tarea del Presidente, ayudado por el Secretario, será exponer los casos principales y las cuestiones de carácter doctrinal al estudio y discernimiento de las instancias ordinarias de la Congregación para la Doctrina de la Fe, además de someter los resultados a la disposición superior del Sumo Pontífice".

"Con esta decisión he querido, en particular, demostrar solicitud paterna hacia la Fraternidad San Pío X, con el fin de reencontrar la plena comunión con la Iglesia".

"Pido a todos que recen sin descanso al Señor, por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, "ut unum sint".

"Dado en Roma, en San Pedro, el 2 de julio de 2009, quinto año de mi Pontificado"

Portadas de libro.


martes, 7 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXVIII).

Dómine, non sum dignus,...

Hace dos años…


El siete de julio de 2007 será una fecha inolvidable para la Tradición Católica, pues como es bien sabido con esa fecha fue dado en Roma el Motu Proprio Summorum Pontificum cura… de Su Santidad Benedicto XVI con el que se liberaba la Santa Misa tradicional.
Aquel año, el Rvdo. Padre Philippe Laguérie, Superior General del Instituto del Buen Pastor, escribía: “¡La Iglesia Católica acaba de volver a encontrar su orgullo y cada uno de sus hijos puede alegrarse con Ella! ¡Tengo un sentimiento de alegría profunda, mezclado de reconocimiento y emoción, delante de este espectáculo tan inesperado de un papa, que algunos decían lento para obrar, y que en sólo dos años de pontificado, trae a plena luz la Tradición más venerable de la Iglesia, con orgullo y atrevimiento, el tesoro de la misa de San Gregorio el Grande (con él, el de los Apóstoles), de San Pío V, del Beato Juan XXIII (¡qué conciliar irreductible podrá bien impugnarlo!)”.
Ciertamente que esa alegría del Rvdo. Padre Laguérie la compartimos todos quienes fieles a la Tradición Católica sabíamos de la riqueza litúrgica de la Iglesia con las cuales nuestros padres y abuelos, habían rendido culto a Dios en la Sancta Missa, denominada hoy en su Forma Extraordinaria, de acuerdo al querer del Papa Benedicto XVI, felizmente reinante y bajo cuyas manos está la Barca de Pedro. Como lo dijo el 18 de julio de ese año, Msr. Ricardo Ezzati, Arzobispo de Concepción, la motivación de fondo del Motu Proprio Summorum Pontificum que liberalizó el Misal de 1962 aprobado por el Papa Bueno, el Beato Juan XXIII, no es una nostalgia de museo de tipo arqueológico litúrgico, sino un auténtico celo pastoral que busca la comunión en la Iglesia. Y recordaba que la Misa en latín según el Misal de Pío V, reformado por el Beato Juan XXIII en 1962 nunca había sido jurídicamente suspendida y siempre estuvo permitida tras el Concilio Vaticano II, pero que se necesitaba la autorización expresa del obispo para utilizarlo en la celebración litúrgica.
El P. Laguérie, por su parte, ponía énfasis que “en adelante todo sacerdote católico puede celebrar, sin ninguna autorización distinta a la presente del papa, su misa rezada según el rito de Gregorio el Grande, Pío V, Juan XXIII, que es el mismo. ¡Si algún periodista se ahoga con la idea de que es la misa de Gregorio o de Pío, que se tranquilice, o termine de enrabiarse, pensando que es la “del Buen Papa Juan” que nunca celebró otra! Eso también es la Tradición… Que si quieren la lista de los papas que la celebraron así, es al menos de doscientos, y aún más”.
Han pasado dos años desde que el Motu Proprio fue dado a conocer y, en el transcurso de este tiempo, múltiples escollos y barreras se han interpuesto al querer del Papa Benedicto XVI para la puesta en práctica en las parroquias de la Misa Tradicional. Entre esos escollos ha estado la maliciosa interpretación de que se ha hecho de lo que el documento papal llama “grupo estable de fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica”. Sin embargo, paulatinamente la Misa Tradicional se ha ido extendiendo por diversas latitudes. Muchos fieles se han reencantado con ella, ya que estaban hastiados de los abusos litúrgicos que se cometen en las celebraciones; y otros, la han descubierto como lo que es: la Misa de siempre.
Por eso, al conmemorarse el segundo año de la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum cura.., le damos gracias a Dios que en nuestra Parroquia de Casablanca se haya acogido nuestra petición en orden a celebrar en este templo la Sancta Missa Tradicional, y con ello agradecer infinitamente a nuestro querido Papa Benedicto XVI por este “documento pontificio tan determinante para el bien común de la Iglesia. Gracias Santísimo Padre”.

lunes, 6 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXVII).

Agnus Dei.

Santo Tomás Moro.

Nacido en Londres en 1478, Tomás Moro estudió en Oxford, ejerció la abogacía en su ciudad natal y se casó, en primeras nupcias, con Juana Colt. Su dichoso hogar era el punto de reunión de todos los hombres piadosos y sabios de Inglaterra y del extranjero. Habiendo enviudado contrajo segundas nupcias con Alicia Middleton, en 1516. Por esa misma época, fue distinguido por el joven rey Enrique VIII, que le hizo su Lord Canciller, en 1529. Viéndose obligado a oponerse al rey en el asunto de la anulación del matrimonio real, renunció Tomás Moro por estimar que éste era su deber. Cuando Enrique VIII quiso hacerse jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, su antiguo Canciller irguióse contra él, y fue encarcelado en la torre de Londres, siendo decapitado en 1535. Tanto en su vida pública como en su vida privada fue modelo de verdadero cristiano, uniendo a la suavidad la fortaleza, a la piedad la inteligencia, a la alegría la seriedad.
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ORACIÓN
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Dios omnipotente, mirad nuestra flaqueza, ved cómo el peso de nuestros pecados nos abruma, y fortificadnos por la gloriosa intercesión del bienaventurado Tomás, vuestro mártir. por J. C. N. S. Amén.
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Reflexión del quinto domingo después de Pentecostés.

“Si ergo offers munus tuum ad altáre, et ibi recordátus fúeris, quia frater tuus habet áliquid advérsum te: relínque ibi munus tuum ante altáre, et vade prius reconciliári fratri tuo: et tunc véniens ófferes munus tumm” (Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Mattheum 5, 20-24.

“En primer lugar, el Salvador completa y perfecciona, en este punto, la antigua Ley, la cual, al menos entendida literalmente, sólo prohibía el homicidio (Exod., XX, 13; XXI, 12; Lev., XXXIV, 17; Num., XXXV, 12, 16; Deut., XVII, 8; XIX, 6). El Salvador nos enseña que además de los malos tratamientos infligidos al prójimo, hay otras maneras de pecar gravemente contra el quinto mandamiento: internas unas, como la cólera y la mala voluntad de perjudicar al prójimo; y otras externas, como la injuria, con palabras como esta, Raca (cabeza vacía o impío); y todas estas faltas las condena Jesús gravemente, como se desprende del castigo que se les señala. Estos castigos eran los que infligían para los delitos más graves, los tribunales locales (Deut., XVI, 18) y el mismo tribunal supremo encargado de juzgar los delitos contra la religión; más aún, el castigo señalado por Jesús era un castigo extraordinario, o sea el suplicio del fuego en el horrible valle de Gehenna, donde se tributaba el otro tiempo culto a Moloch (Jos., XVIII, 16; Jer., XIX, 2 y sig.) y en donde en la época de Nuestro Señor se quemaban los detritus y las inmundicias, ofreciendo por consiguiente una imagen viviente del infierno (Matth., X, 28; Luc. XII, 5). Son, por consiguiente, pecados que serán castigados con el infierno, o sea pecados gravísimos, puesto que el castigo está en relación con la gravedad de la culpa.
“En segundo lugar, al precepto añade Jesús los motivos del mismo. El primero consiste en la gravedad e importancia que el mismo Jesús le concede sancionándolo con penas reservadas a los grandes culpables. Otro de los motivos es que la cólera interna conduce al homicidio, y una ley perfecta debe suprimir las causas u ocasiones de las faltas más graves. La Ley debe ordenar al hombre todo, interior y exteriormente, en su corazón y en sus actos. Tal es la perfección que en este punto dio el Señor a la antigua Ley. El tercer motivo es que la caridad y la dulzura son de tanta importancia, que sin ellas, las más santas prácticas de piedad, el sacrificio por ejemplo, no pueden ser agradables a Dios. He aquí porque el Salvador nos dice que si sentimos (justa o injustamente) ira o cólera contra nuestro prójimo, mejor es dejar nuestra ofrenda ante el altar e ir en seguida a reconciliarnos con nuestro hermano. Esta reconciliación es la condición indispensable para que nuestras ofrendas sean agradables a Dios (Matth., V, 23).
“Como medio de evitar el castigo, reservado a los transgresores del precepto de amor al prójimo, el Salvador nos da la reconciliación con nuestro hermano, mientras vivimos aún sobre la tierra. La reconciliación es un amigable convenio, que previene el juicio eterno. Si no se hace durante esta vida, después de ella intervendrá la justicia eterna con todo su rigor (Matth., V, 25). El Salvador toma esta comparación de los procedimientos de los tribunales humanos” (R.P.M. Meschler, S.J.).
“Acerquémonos al altar de nuestro Dios sin el menor peso de enemistad o de rencor. Por el contrario, procuremos llevar muchas muestras de comprensión, de cortesía, de generosidad, de misericordia” (R.P. Francisco Fernández C.).
Fuente: Meschler, S.J.: Meditaciones sobre la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Barcelona. 1958.

domingo, 5 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXVI).

Fracción.

Quinto domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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El es nuestra paz: la sacamos de la cruz y del altar, para dárnosla mutuamente, con gesto de amor y de perdón.
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La epístola y el evangelio inculcan fuertemente el deber de la caridad fraterna. Seremos responsables ante Dios, no sólo de atentar contra la vida de nuestros hermanos, si lo hacemos, sino también de toda falta a su respecto. Debemos volver bien por mal y ser en todo tiempo obradores de paz. Hemos de sufrir, si es necesario, por la justicia y seguir sin perturbarnos la práctica del bien.
Sin esto no hay acceso a Dios. Nuestras relaciones con Dios ordenan nuestra actitud para con nuestro prójimo. Nadie es tan bueno como Dios; nadie ama como Dios ama. Por nuestra parte, también debemos estar llenos de compasión, de amor fraterno y de misericordia. Procuremos, pues, la felicidad de los demás, ya que se nos ha llamado a poseer en herencia la felicidad de Dios.
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INTROITUS
Ps. 27, 8 et 9 - Ps. ibid., 1
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Exáudi, Dómine, vocem
meam, qua clamávi ad te:
adjútor meus esto, ne derelínquas
me, neque despícias me,
Deus salutáris meus.
Ps. Dóminus illuminátio mea, et
salus mea, quem timébo?
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 4 de julio de 2009

Respuesta a Solicitud de Sancta Missa en Casablanca, Chile.

Con fecha 4 de julio de 2009, el señor Cura Párroco de la Parroquia de Santa Bárbara de Casablanca, don Reinaldo Osorio Donaire, ha dado respuesta positiva a la solicitud de un grupo de fieles para la celebración en nuestro templo parroquial, de la Sancta Missa de acuerdo al Rito promulgado por S.S. San Pío V y nuevamente por el Beato Juan XXIII, de feliz memoria, el año de 1962 de acuerdo a lo establecido por el Motu Proprio "Summorum Pontificum" de Su Santidad Benedicto XVI, felizmente reinante.
A continuación publicamos la carta enviada por correo electrónico del señor Cura Párroco; el grupo Santa Bárbara de la Reina agradece su gestión y cuidado pastoral.
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Casablanca, julio 2009

DON
EGON MORALES PIÑA
PRESENTE.-


He recibido a la fecha dos cartas solicitándome atender el deseo de ustedes de celebrar la Santa Misa conforme a lo dispuesto en el Motu Proprio “Summorum Pontificum” del Papa Benedicto XVI. Ante esta solicitud no hice otra cosa más que pedir parecer a sacerdotes de mi confianza y prudentes. Me he demorado en darte una respuesta primero por lo que te acabo de exponer y por otros motivos no relacionados con este tema.

Teniendo clara conocimiento de la Carta Apostolica de su Santidad Benedicto XVI es que te manifiesto que no tengo motivo alguno para no atender la solicitud que tú me haces en nombre -entiendo- de otros hermanos que así también lo desean. Para lo anterior, el Sr. Obispo Gonzalo Duarte a pedido a un sacerdote muy conocido en la diocesis y de gran virtud que preste este servicio en Casablancaha, él ha accedido pronta y alegremente. Te hablo de Mons. Jaime Astorga, quien fuera hasta hace pocos años atrás Cura Párroco de la Parroquia San Antonio en Viña del Mar. De más está que te diga que el Templo Parroquial está disponible para ello.

Te pondré en contacto con Mons. Astorga para que ustedes mismo coordinen la Celebracion en su dia y hora.

Deseando que esta carta respuesta sea motivo de alegría para ustedes, me despido

Padre Reinaldo Osorio Donaire
Cura Párroco de Casablanca

Deniegan la Sancta Missa en Málaga, España.

Mi solidaridad con los amigos de Una Voce Málaga, España. Esperemos que esto se resuelva en el menor tiempo posible.
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La siguiente información está tomada de Una Voce Málaga:
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"Con fecha 19 de abril de 2009 doce fieles de Málaga solicitaron al Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis el establecimiento de una Misa regular según el misal del Beato Juan XXIII (se proponía una misa mensual "ad experimentum"). Dicha solicitud se selló en el registro del Obispado el 14 de mayo.Con fecha 17 de junio, Monseñor don Jesús Esteban Catalá Ibáñez, Obispo de Málaga, ha respondido por escrito denegando el establecimiento de dicha Misa.Con fecha 3 de julio se eleva la petición a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, a los efectos oportunos.Puesto que la respuesta de Monseñor Catalá es oficial (registrada de salida 2192/09 y certificada) consideramos procedente que nuestros lectores y amigos conozcan las razones del Obispo de Málaga, completas y no resumidas. Por nuestra parte solo resta seguir los pasos que el motu proprio Summorum Pontificum establece".
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Santa María en sábado: La Visitación.


¿Dónde por tierras extrañas,
Virgen con tanto fervor?
-Dónde me lleva el Señor
Que yo llevo en mis entrañas.
-¿Cómo es posible llevar,
Virgen, al que os lleva a vos?
-Como el que me lleva es Dios,
Que ha querido en mí encarnar.
-Pues ¿cómo por las montañas
Lleváis a tan gran Señor?
-Mas, lo lleva el grande amor
Que lo trajo a mis entrañas.
-Parece en vos cosa nueva,
Virgen, ir apresurada.
-Hácelo el ir abrasada
Del amor del que me lleva.
-Pues ¿luego a tierras extrañas
Os lleva sólo el amor?
-No, que todo es del Señor
Que yo llevo en mis entrañas.
-Ya sé que os lleva el doncel;
Mas ¿dónde vais a aportar?
-Voy con Él a visitar
A mi parienta Isabel.
-¡Oh, qué cosas tan extrañas,
Que al siervo sirva el Señor!
-Esto y mas hace el amor
Del que llevo en mis entrañas.

Juan López de Ubeda

viernes, 3 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXV).

Pater noster...

La Oración, VII.

“Para hablar con Dios, es preciso despegarse de las criaturas; no hablaremos dignamente al Padre celestial, si la criatura ocupa ya la imaginación, el espíritu, y, lo que es más, el corazón; de ahí que lo primero, lo más necesario, lo indispensable para poder hablar con Dios, es tener limpia y pura nuestra alma.
“Viene luego el recogimiento. El alma ligera, disipada y siempre distraída, el alma que no sabe ni quiere esforzarse por atar a la loca de la casa, no será alma de oración. Cuando oramos, no nos han de turbar las distracciones que nos asalten, antes se ha de encauzar de nuevo el espíritu llevándole dulcemente y sin violencia al tema que debe ocuparnos, tomando aunque sea un libro.
¿Por qué son tan necesarios a la oración esta soledad, aun material, y ese desapego interior del ala? Ya os lo dije antes con San Pablo: porque el Espíritu Santo es quien ora en nosotros y por nosotros. Y como su acción en el alma es sumamente delicada, en nada la debemos contrariar, so pena de “contristar al Espíritu Santo”, porque de otro modo el Espíritu divino se callará. Al abandonarnos a El, debemos, por lo contrario, apartar cuantos tropiezos puedan oponerse a la libertad de su actuación; debemos decirle: Loquere, Domine, quia audit servus tuus; pero es de notar que esa su voz no se oye si no hay silencio en nuestra alma.
“Hemos de permanecer siempre en aquellas disposiciones de que os hablé al tratar de la preparación a la comunión: no rehusar a Dios nada de cuanto nos pidiere, estar siempre dispuestos, como lo estaba Jesús, a dar en todo gusto a su Padre: Quae placita sunt ei facio semper. Disposición excelente, por cuanto pone al alma a merced del divino querer.
“Cuando decimos a Dios en la oración: “Señor, Vos sólo merecéis toda gloria y todo amor, por ser sumamente bueno y perfecto; a Vos me entrego, y porque os amo, me abrazo con vuestra santa voluntad”, entonces responde el Espíritu divino, indicándonos alguna imperfección que corregir, algún sacrificio que aceptar, alguna obra que realizar; y, amando, llegaremos a descuajar todo cuanto pudiera ofender la vista del Padre celestial y a obrar siempre según su agrado.
“Para eso se ha de entrar en la oración con aquella reverencia que conviene en presencia del Padre de la Majestad: Patrem inmensae majestatis. Aunque hijos adoptivos de Dios, somos simples hechuras suyas, y aun cuando se digne comunicarse a nosotros, no por eso deje de ser Dios infinitamente soberano: Dominus universorum; la adoración es la actitud que cuadra mejor al alma delante de su Dios: Pater tales quaerit qui adorent eum in spiritu et in veritate. Notad esas dos palabras juntas: Pater… adorent. ¿Qué otra cosa nos predican sino que, si bien somos hijos de Dios, no pasamos de ser criaturas suyas?
“Dios quiere, además, que, mediante ese respeto humano y profundo reconozcamos lo nada que somos y valemos; los bienes que se alcanzan en la oración están precisamente subordinados a esta confesión, que es a la vez un homenaje a su poder y a su bondad: Resisti superbis, humilibus autem dat gratiam. Bien a las claras nos enseñó el Señor esta doctrina en la parábola del fariseo y del publicano”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

jueves, 2 de julio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXIV).

Omnis honor, et glória.

La Oración, VI.

“La experiencia, empero, demuestra que a medida que un alma progresa en los caminos de la vida espiritual, el trabajo discursivo del raciocinio va aminorándose. ¿Por qué? Porque el alma, empapada en las verdades cristianas, no precisa reunir conocimientos sobre la fe; ya los posee, y no tiene otro trabajo que conservarlos y renovarlos por medio de santas lecturas.
“De aquí resulta que el alma, así empapada y colmada de las verdades divinas, no necesita entretenerse en prolongadas consideraciones; ya es dueña de todos los elementos materiales de la oración; sin otra preparación, y sin el trabajo discursivo, que necesitan por lo regular las que aún no han adquirido tales conocimientos, puede entrar en conversación con Dios.
“Esta ley de experiencia no está exenta, naturalmente, de excepciones, que se deben cuidadosamente respetar. Hay almas muy aventajadas en los caminos de la vida espiritual que ni saben ni pueden ponerse en oración sin ayuda de un libro; la lectura les sirve, por decirlo así, como de cebo o alimento; no deben, por tanto, abandonarla; otras almas no saben conversar con Dios si no es por medio de la oración vocal; habría, pues, inconveniente en aconsejarles otro medio; mas, por lo general, es evidente que, a medida que el alma progresa en la luz de la fe y en fidelidad, la acción del Espíritu Santo toma mayores proporciones, y cada vez siente menos la necesidad de recurrir al raciocinio para encontrar a Dios.
“Sucede esto sobre todo, y la experiencia lo demuestra, respecto a aquellas almas que tienen un conocimiento más arraigado y más desarrollado de los misterios de Cristo.
“Véase lo que San Pablo escribía a los primeros cristianos: “Permanezcan en vuestros corazones y con abundancia las palabras de Cristo”: Verbum Christi habitet abundanter in cordibus vestris.
“El gran Apóstol deseaba esto a fin de que los fieles “se instruyesen y amonestasen mutuamente unos a otros con sabiduría”. Pero esta exhortación viene muy bien para nuestras relaciones con Dios. ¿Cómo?
“La palabra de Cristo está contenida en los Evangelios, los cuales encierran, juntamente con las Epístolas de San Pablo y de San Juan, la exposición más sobrenatural, por ser inspirada en los misterios de Cristo. Allí encuentra el hijo de Dios los mejores emblemas de su adopción divina los mejores emblemas de su adopción divina y el ejemplar más directo de su conducta. Jesucristo se nos manifiesta en su existencia terrestre, en su doctrina, en su amor. Allí encontramos la mejor fuente para conocer a Dios, su naturaleza, sus perfecciones, sus obras: Illuxit in cordibus nostris, in facie Christi Jesu. Jesucristo es la gran revelación de Dios al mundo. Dios nos dice: “Este es mi hijo muy amado, escuchadle”: Ipsum audite. Como si nos dijese: “Si queréis darme gusto, mirad a mi Hijo, visitadle; no os pido otra cosa, porque en eso estriba vuestra predestinación, en que seáis como mi Hijo”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.